Ho quiero compartirte un secreto sencillo pero poderoso que ha transformado mis sesiones de meditación: meditar con una manta de lana o seda.
¿Por qué una manta hace la diferencia?
Para entender el porqué, primero necesitamos sumergirnos un poco en la sabiduría de la tradición yóguica. Esta antigua práctica nos enseña que, más allá de nuestro cuerpo físico, poseemos un cuerpo sutil, un entramado de energía que nos conecta con el universo. Dentro de este cuerpo sutil, encontramos conceptos clave como:
Prana: No es solo aire que respiramos; es la energía vital que fluye a través de cada célula de nuestro cuerpo y se extiende por todo el Universo. Es la chispa de la vida.
Nadis: Imaginen una red intrincada de canales de energía sutil por donde circula este prana. Son como las venas y arterias de nuestro cuerpo energético.
Chakras: Son los centros de energía principales, alineados a lo largo de nuestra columna vertebral. Cada chakra es un vórtice que regula funciones físicas, emocionales y espirituales.
Por lo tanto, desde esta perspectiva yóguica, nuestra interacción con la Tierra, no solo se limita a la física, sino también en un nivel energético. La tierra tiene como función atraer las energías magnéticas al centro de la tierra, y las mantas (de lana y de seda) aíslan estas corrientes por lo que facilita muchísimo más que la energía se concentre en nuestros centros o chakras más elevados.
Y ni hablar del calorcito corporal que puedas sentir durante la meditación para que sea más placentera y dulce.
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Con amor,
Vane