Por suerte, muchas veces no se cumple lo que planeamos.
Trazamos un plan que, paradójicamente, nos arrebata el vínculo con el misterio de la vida.
Dibujamos mapas en arenas movedizas,
mapas que nunca podrán contener el gran llamado de nuestra existencia.
Un escritor comienza su obra sin saber cómo va a terminar.
Un músico compone sin escuchar aún la melodía final.
Un pintor comienza un cuadro sin saber cual será su última pincelada.
Y lo mismo sucede ahora, mientras escribo estas palabras, sin saber que forma tomarán ni cómo terminarán.
Todo ello tiene algo en común:
Tenemos que creer con todo compromiso en aquello que deseamos hacer, y al mismo tiempo, estar dispuestos a soltarlo cuando se manifiesta insuficiente para contener una nueva visión.
Debemos de estar dispuestos a dejar la vida que planeamos para ir por la vida que nos espera.
Si toleramos eso, nuestro sufrimiento será menor.
En la encrucijada de lo conocido y desconocido, las crisis emergen:
Un temblor de la existencia que desmorona la torre de lo viejo
abre el horizonte de lo nuevo que habilita una nueva visión.
La vida nos ofrece una promesa de doble filo:
Un punto de llegada, y al mismo tiempo, un viaje sin fin.
Aprender a vivir entre esa promesa y la incertidumbre del camino,
es la clave para habitar plenamente el misterio de la existencia.
No podemos permitir que los pequeños propósitos de la personalidad ahoguen los grandes propósitos del alma.
La vida conspira a favor de lo esencial,
y en su misterio perfecto,
nos invita a vivir, no como dueños del guión,
sino como co-creadores de un poema sin fin. 🤍
Vane